Comte (1798- 1857) era bastante adverso al mucho leer, porque según él impedía el razonamiento personal y sin prejuicios. De modo que no leyó a Kant ni a Hegel ni a casi ninguno de los grandes filósofos, o al menos eso dijo. Comte nació en Montpellier y fue profesor de matemáticas en Paría, pero su carrera académica se vio truncada por la publicación de sus obras filosóficas, que gustaban muy poco a sus colegas más conservadores. Durante un tiempo colaboró con el socialista utópico Saint- Simon (cuyas teorías son un precedente del marxismo, aunque fuese muy criticado por Marx), tuvo problemas psiquiátricos a los que logró sobreponerse y fue amante de Clotilde de Vaux, que se convirtió en su musa inspiradora tanto durante su vida como, sobre todo, después de su temprana muerte. Además de fundar una nueva escuela filosófica, el positivismo, intentó también reorganizar por completo la sociedad de su tiempo y propuso una nueva religión social sin Dios no seres sobrenaturales, pero con diversos santos tutelares entre los que incluyó en lugar destacada a su amada Clotilde.
Comte es el precursor de lo que hoy llamamos “sociología”, es decir, el estudio más o menos científico de las formas sociales. Según él, son tipos de conocimiento los que caracterizan a los conjuntos humanos. Cada sociedad ( y en cierta medida cada individuo) pasa por tres estadios: el estadio teológico- dividido a su vez en fetichismo, politeísmo y monoteísmo-, en que todo lo que ocurre se atribuye a la intervención de uno o varios seres sobrenaturales; el estadio metafísico, en el que se supone que la causa de los sucesos son fuerzas abstractas, como la voluntad o lo absoluto, y el estadio positivo o científico, en el que los hechos observados se explican por las relaciones mutuas y las leyes de ellas derivadas. Comte situaba a su época a finales del estadio segundo y comienzos del tercero.
Para Comte, el progreso social significa desarrollo del orden y del control en la sociedad. En sus planteamientos, tiene más de Sumo Sacerdote (e incluso de Gran Inquisidor) que de sabio. Por ejemplo, sostiene que deben ser proscritas todas aquellas formas de investigación científica que no contribuyen de forma inmediata y verificable al bienestar social por ser demasiado especulativas (si se le hubiera hecho caso, se habría acabado toda la ciencia moderna: ¡adiós a la teoría de la relatividad o la física cuántica!). La moral se resume en el precepto “Vivir para los demás”. Los filósofos positivistas deberían ser los rectores absolutos de un nuevo orden social, la sociocracia, en el cual, como intérpretes de la Humanidad, tendrían derecho a dictar leyes indiscutibles a los individuos para imponer el orden conveniente a la mayoría. Un nuevo catecismo positivista debe enseñar a los ciudadanos sus obligaciones, un nuevo calendario promocionará como santos de cada día a científicos, héroes y políticos, mientras que se adorará colectivamente al Gran Ser- la Humanidad- asís como al Gran Fetiche (el mundo) y al Gran Medio (el espacio, que también sería expresión de nuestra gran fatalidad).
(Fernando Savater. Historia de la Filosofía. Sin temor ni temblor. Editorial Espasa. Madrid. 2009)